EL PSICOANÁLISIS DE FREUD

Sigmund Freud nació en Checoslovaquia en 1856. A los tres años, su familia se trasladó a Viena debido a la crisis económica, donde pasarían muchas dificultades. Sin embargo, pasaría toda su vida en esta ciudad, donde a falta de un año para morir, se marchó exiliado a Londres por su condición de judío y la persecución de los nazis. Murió en 1923 debido a un cáncer de mandíbula.

Se le considera el padre del psicoanálisis. Esta disciplina consiste en sacar a la luz las preocupaciones del individuo que éste tiene en su subconsciente por medio de la interpretación de los sueños o fantasías utilizando como técnica, en algunos casos, la hipnosis, aunque pronto dejaría de usarla, alegando que con ella, los síntomas de las enfermedades de sus pacientes volvían al cabo de un tiempo.

Para la teoría del psicoanálisis, los conflictos se encuentran en el inconsciente del paciente, y éste no lo sabe, por lo que el psicoanalista los analiza a través de los sueños de los pacientes (las palabras que estos dicen en ellos), los lapsus lingües (palabras fallidas) y con una interpretación de lo que el paciente cuenta conscientemente, mediante la asociación libre del psicoanalista. Lo que más le interesa al psicólogo los recuerdos de cuando el individuo era niño, para sacar la posible raíz de sus problemas.

Freud se interesó, sobre todo, en una enfermedad muy corriente en su época, padecida especialmente por las mujeres: la histeria (enfermedad nerviosa caracterizada por fuerte ansiedad y reacciones agudas, que pueden provocar ataques convulsivos, parálisis y otros trastornos). Con esta enfermedad, comenzó a utilizar las técnicas del hipnotismo, traspasándolas a otras muy parecidas: la paranoia (perturbaciones mentales que provocan un estado de delirio), la neurosis obsesiva (estado de alteración psíquica) o las fobias (miedo intenso y desproporcionado ante objetos o situaciones concretas). Con el psicoanálisis estudió la conducta y las emociones de los individuos.

Freud pensaba que la personalidad de las personas estaba dividida en tres partes: Ello, Yo y Superyó, y que cada una de las cuales hace una función en nuestra mente:

– El Ello es la parte más antigua de nuestro cerebro y funciona como base para las otras dos partes de éste; actuando con los instintos primitivos que tenemos las personas al nacer, como el instinto de supervivencia.

– El Yo forma la parte del Ello que se encuentra más próxima a la realidad, actuando de intermediario entre esta y el Ello, por lo que trata de cumplir los deseos que se encuentran de forma inconsciente en el Ello.

– En el Superyó se encuentran los pensamientos relacionados con la autocrítica y los reproches hacia uno mismo; es, por decirlo de algún modo, la parte más consciente de todas.

Freud asegura que el mecanismo de defensa que más solemos utilizar las personas es la represión, por la que intentamos no recordar cosas que han tenido para nosotros un significado doloroso o traumático, y siempre lo relaciona con la sexualidad.

Para Freud, el desarrollo del apetito sexual se basa en dos pulsiones (sensaciones que se inician con una excitación corporal y acaban con la represión de dicha excitación): la pulsión del Eros, que promueve la sexualidad y la vida; y la pulsión del Thánatos, relacionada con la muerte. También afirma que los niños tienen muchos deseos sexuales, sobre todo, hacia determinadas áreas de su cuerpo que está descubriendo, y las divide en diferentes etapas:

– Etapa oral: (primer año de vida), se basa en el placer que puede darse con la boca, de alimentarse, de descubrir que se puede utilizar la lengua y el paladar.

– Etapa anal: (hasta los 3 años), aquí se relaciona el placer coporal que se obtiene al realizar la actividad fisiológica con el placer que, según Freud, se experimenta al retener las heces para luego soltarlas bruscamente.

– Etapa fálica: (3-6 años), en esta etapa se empiezan a descubrir los órganos genitales, en donde juega un papel más importante el falo, que para los niños representa placer tocarlo, y para las niñas se considera falo al clítoris de forma inferior al falo. Poco a poco irá surgiendo lo que Freud llama complejo de Edipo, por el que, al principio, se hace una identificación en ambos casos con la madre, pero pronto el niño la abandona, al sentir hacia ella deseos sexuales y ver que las niñas están «castradas», por miedo a que a él le pase lo mismo, por lo que pasa a identificarse con su padre. En la niña surge la llamada envidia del pene, puesto que cree culpable a su madre de no tener este órgano; pero pronto cambia de parecer, puesto que cae en la cuenta de que si es como su madre, podría accerder a un falo, por lo que siente deseos hacia su padre y, más concretamente, a engendrar un hijo suyo.

Posteriormente, define la homosexualida, la esquizofrenia y las perversiones relacionándolas con el narcisismo.

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