El portero de noche

La pelicula trata de una mujer judía que, durante la Segunda Guerra Mundial, siendo apenas una adolescente, estuvo en un campo de concentración, se reencuentra trece años después con el oficial nazi que solía abusar sexualmente de ella cuando estaba cautiva. Ambos coinciden en un lujoso hotel de Viena, donde él trabaja como portero. La dolorosa experiencia pasada desencadenará una relación sadomasoquista entre ellos.

El sindrome de Estocolmo

Es una respuesta emocional que puede manifestar el secuestrado o plagiado a raíz de la vulnerabilidad y extrema indefensión que produce el cautiverio. Se le ha denominado de esta manera debido a que en 1973 cuatro personas fueron tomadas como rehenes (durante un asalto al banco Kreditbanker en Estocolmo, Suecia), a quienes liberaron después de seis días, pero una de las prisioneras se resistió al rescate y a testificar en contra de los captores. Otras versiones indican que esa mujer fue captada por un fotógrafo en el momento en que se besaba con uno de los delincuentes. Este acontecimiento sirvió de base para denominar a las conductas extrañas de afecto entre secuestradores y víctimas como «síndrome de Estocolmo», además, desencadenó profundos estudios psicológicos que describen el vínculo emocional que puede surgir entre cautivo y raptor al convivir durante varios días. Dicho síndrome se presenta cuando el secuestrado se identifica inconscientemente con su agresor, ya sea asumiendo la responsabilidad del ataque de que es objeto o imitando física o moralmente la personalidad del captor. Debido a que se trata de un proceso sobre el cual la víctima no tiene conciencia, siente y cree que la actitud del secuestrador es razonable, lo cual de alguna manera le ayuda a no sentir la amenaza de la situación que experimenta ni que está en peligro su vida.

Para detectar y diagnosticar el síndrome de Estocolmo es necesario que se conjuguen las siguientes condiciones:

  • Que la víctima haya asumido inconscientemente notable identificación en las actitudes, comportamientos o modos de pensar de los captores, casi como si fueran suyos.
  • Que las manifestaciones iniciales de agradecimiento y aprecio se prolonguen a lo largo del tiempo, aún cuando la persona ya se encuentre integrada a su rutina habitual y haya comprendido que el cautiverio ha finalizado.

El síndrome de Estocolmo en El portero de noche

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La película transcurre en la Viena. La mujer de un conocido jefe de orquesta, se fija en el portero nocturno del hotel donde se hospedan. El portero era un general de las SS nazis que la vigilaba durante la estancia en un campo de concentración y la cual se convirtió forzada en su  amante. Es una  historia de recelos mutuos, de relaciones donde el odio y el deseo se mezclan, donde lo odiado se vela con el manto de lo deseado. El trasfondo político de los grupos de antiguos nazis que protegen el presente de sus amigos por cualquier método tiene escasa consistencia frente al drama personal de ambos protagonistas y de su mutua atracción. La culpa como instrumento de poder. Y, sobre todo, vuelve a aparecer la sombra de la voluntad autodestructiva de las victimas surgida de sus deseos masoquistas. Durante su encerramiento en la casa del portero reluce el llamado síndrome de Estocolmo.
Este síndrome es causado por la continua convivencia obligada de una persona con su secuestrador. Durante este retenimiento de la victima, es posible que nazca en ella un sentimiento profundo de amor y odio a la vez, que hace a veces ayuda al secuestrador a conseguir sus fines o a evadir a la policía. Pero este síndrome no ocurre solo en secuestros sino que se da en otros ámbitos tales como el robo de un banco con rehenes o maltratos.

En el caso del robo de un banco duradero, el ladrón pasa con los rehenes mucho tiempo. En un principio este les habla duramente y con odio pero con el paso de las horas el ladrón comienza a utilizar un lenguaje más amistoso. Y este hecho produce el síndrome en los rehenes.
Otro caso común del síndrome aparece en la violencia de género. En definitiva, un pequeño gesto de amabilidad que tenga el secuestrador con la victima hace que esta ultima sienta un mínimo aprecio por el.