El síndrome de Estocolmo en El portero de noche

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La película transcurre en la Viena. La mujer de un conocido jefe de orquesta, se fija en el portero nocturno del hotel donde se hospedan. El portero era un general de las SS nazis que la vigilaba durante la estancia en un campo de concentración y la cual se convirtió forzada en su  amante. Es una  historia de recelos mutuos, de relaciones donde el odio y el deseo se mezclan, donde lo odiado se vela con el manto de lo deseado. El trasfondo político de los grupos de antiguos nazis que protegen el presente de sus amigos por cualquier método tiene escasa consistencia frente al drama personal de ambos protagonistas y de su mutua atracción. La culpa como instrumento de poder. Y, sobre todo, vuelve a aparecer la sombra de la voluntad autodestructiva de las victimas surgida de sus deseos masoquistas. Durante su encerramiento en la casa del portero reluce el llamado síndrome de Estocolmo.
Este síndrome es causado por la continua convivencia obligada de una persona con su secuestrador. Durante este retenimiento de la victima, es posible que nazca en ella un sentimiento profundo de amor y odio a la vez, que hace a veces ayuda al secuestrador a conseguir sus fines o a evadir a la policía. Pero este síndrome no ocurre solo en secuestros sino que se da en otros ámbitos tales como el robo de un banco con rehenes o maltratos.

En el caso del robo de un banco duradero, el ladrón pasa con los rehenes mucho tiempo. En un principio este les habla duramente y con odio pero con el paso de las horas el ladrón comienza a utilizar un lenguaje más amistoso. Y este hecho produce el síndrome en los rehenes.
Otro caso común del síndrome aparece en la violencia de género. En definitiva, un pequeño gesto de amabilidad que tenga el secuestrador con la victima hace que esta ultima sienta un mínimo aprecio por el.

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